La discapacidad no es un impedimento
Este 3 de diciembre se conmemora el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, que busca promover los derechos y el bienestar de estas personas en todos los ámbitos de la sociedad, así como concienciar sobre su situación y generar nuevas oportunidades de desarrollo en el área social, política, económica y cultural. En este artículo, la Dra. Ariadna Cifuentes, nos brindará cómo desde el punto de vista médico se puede lograr una mejor calidad de vida para las personas que atraviesan esta condición.
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La vida profesional del médico enfrenta constantemente a pacientes que, hipotéticamente, cursan con discapacidades físicas, emocionales y/o mentales; sin embargo, no hay nada más gratificante que poder hacerles ver a dichos pacientes y a sus familiares, que la gran oportunidad que Dios nos da de vivir y brillar no tiene precio. Especialmente la experiencia de aprender de ellos y admirarlos; tal es el caso de la espontaneidad y el amor puro e ingenuo de los niños con síndrome de Down.
En mi especialidad me he encontrado en la difícil situación de tener que dar la dura noticia que, por un trauma, accidente o lesiones tumorales, los pacientes pierden la habilidad de desplazarse por ellos mismos; sin embargo, la iluminación divina nos permite hacerles ver que, aunque no puedan caminar, su talento en alguna otra área los va a llevar a alcanzar la cima.
Como médicos tenemos que desarrollar ese sexto sentido que nos permite percibir a personas que pierden el sentido de la vida, de disfrutar algo tan maravilloso como lo es compartir con la familia, los amigos y con uno mismo; y todo porque se han cambiado las prioridades y nos volvemos materialistas, dejando la esencia pura de la espiritualidad. ¿Y entonces? Uno observa que manejan un par de muletas imaginarias, sin darse cuenta que hay tanta necesidad a su alrededor y miles de motivos para dar gracias a Dios.
El mejor tratamiento para la discapacidad imaginaria con la mayor habilidad, educación y sutileza para decir las cosas es orientarlos a valorar las prioridades, el agradecimiento y el amor hacia los demás, porque el amor a nuestro prójimo es la mayor rehabilitación para el alma.
En conclusión, aprendamos a no ver la discapacidad como un impedimento o un castigo divino porque Dios es amor, y Él es que nos da las fuerzas para salir adelante. Ninguno de nosotros sabe en qué momento nos corresponde partir de este mundo, entonces, no desaprovechemos ni un minuto de este presente para proyectarnos como seres de luz que llevan alegría.
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